Nuestros Tres Cerebros: Vientre, Corazón y Cerebro; Matrices de Intercomunicación con la Vida

ivana sejenovich

 

 

Todo en la vida debe hacerse con el cerebro abierto. 

El estado natural del cerebro es estar abierto, nosotros 

lo cerramos. Cuando dejamos de cerrarlo, lo sentimos 

abierto. 

Fedora Aberastury

 

Somos un cuerpo que se comunica y que recibe información del entorno, constantemente. Poseemos múltiples sistemas de procesamiento de información con la capacidad de auto-corregirse y adaptarse. 

En el camino de la vida, nos encontramos saturados de actividad mental, sentimos que vivimos en nuestra cabeza, agotados con la cantidad de información y estímulos que recibimos cada día. Cuando queremos tomar una decisión, o simplemente descansar, el ruido mental no nos lo permite. En la búsqueda del bienestar, podemos acceder a prácticas y condiciones en las que nuestro ser encuentre algún balance.  

Además de las técnicas orientales como el Yoga, también en occidente hemos creado formas de equilibrar nuestro cuerpo-mente. Desde la visión de Body Mind Movement, disciplina somática que trabaja en la conciencia, transformación y equilibrio del ser, podemos sentir e integrarnos, a partir de la comunicación de los tres cerebros. 

Además de nuestro cerebro encefálico o craneal, tenemos otros centros neuronales en nuestro cuerpo: el corazón y el intestino, los cuales podemos sentir y habitar. 

En su libro El segundo Cerebro, el Dr. Michael D. Gershon, jefe del Departamento de Anatomía y Biología Celular de la Universidad de Columbia, Nueva York, presenta la historia de alrededor de un siglo de investigadores trabajando sobre el concepto del cerebro entérico. Entre otras conclusiones, observaron que los intestinos contienen aproximadamente 100 millones de neuronas...más que la médula espinal. El tubo digestivo posee reflejos, la habilidad de medir el tiempo, una memoria rudimentaria y un nivel perceptivo básico que podemos elegir honrar y confiar, pero que a menudo ignoramos. 

El cerebro abdominal nos conecta con nuestra intuición, con el sentido elemental de comodidad/incomodidad, seguridad/vulnerabilidad, tranquilidad/agitación que tenemos. Su función es distinguir entre seguridad y peligro. Cuando percibimos un peligro real, podemos actuar sobre el. Cuando no estamos en peligro mortal, nuestros intestinos pueden estar tranquilos, proporcionando la sensación de seguridad que nos permite seguir nuestras metas más elevadas. 

Prestarle atención y coordinar las sensaciones que nos llegan de este segundo cerebro, con los pensamientos que elaboramos en el encéfalo, nos permite lograr un equilibrio entre la razón y la intuición. Como dice Mark Taylor, podemos reprogramar nuestros comportamientos basados en la ansiedad y desarrollar un sentido de totalidad e integración, manteniendo el diálogo con el tubo digestivo. 

Cuando el cerebro abdominal está relajado y estable, el cerebro cardíaco tiene un buen cimiento desde el cual desempeñar su inteligencia en cuanto a las relaciones; cómo ir hacia el mundo externo y tomar de allí lo que necesita y dar lo que puede compartir. 

El corazón se comunica con cada célula del cuerpo, con otros órganos, y con el ambiente externo, por medio de un campo electromagnético que él mismo genera, el cual es 5,000 veces mayor que el generado por el

cerero cranea. 

El cerebro del corazón nos permite contactar con las emociones, nuestra expresión hacia el mundo y la sabiduría interna en la que nos podemos reconocer unidos a la totalidad por la fuerza del amor o cualquier otra fuerza trascendente. 

Sentir el cerebro craneal como un órgano, como un tejido que puede ser conciente en cada una de sus células, puede brindarnos una experiencia de apertura muy diferente a percibirlo sólo como la fuente o el sitio de una identidad mental. 

En nuestra cultura, podemos ilustrar la relación que tenemos con nuestros tres cerebros, con la imagen de una pirámide invertida, donde el cerebro cefálico es la base (por ser más importante), el corazón el medio y las vísceras la cúspide. 

El modelo realineado que propone BMM, es el de una pirámide en donde los intestinos son la base, proporcionando un soporte amplio y estable para el sistema nervioso completo. 

Para esto existen una serie de prácticas de escucha, a través del sonido, movimiento y contacto, que nos permiten desarrollar la propiocepción, comunicación y la expresión sana de estos centros. 

El camino de la conciencia requiere que nos movamos desde nuestra sabiduría interna, que busquemos el movimiento auténtico de la vida en nosotros y así reconocernos como sistemas vivos en evolución.